Fraternidad y reuniones

A menudo nos sentimos inseguros y tímidos en nuestra primera reunión, además de enfadados por la necesidad de tener que estar allí. Sin embargo, cada vez que asistimos a una reunión escuchamos algo que nos es de ayuda o encontramos una oportunidad de compartir que nos descarga y alivia, y esta es la razón por la que es bueno asistir a reuniones diarias, o tres o cuatro veces por semana.

Muchos miembros de SA tienen por regla personal el asistir a una reunión cuando no sienten las ganas de hacerlo, pues saben que es entonces cuando más la necesitan. Y lo que sucede es que el deseo de saltarnos una reunión no es otra cosa que la adicción en acción.

Se sugiere que los recién llegados o quienes tienen dificultades para mantenerse sobrios asistan a noventa reuniones en noventa días. Esta es una poderosa herramienta para desarrollar y mantener el enfoque sobre la sobriedad y el trabajo de Pasos. Si no hay reuniones de SA en una zona, puede que sí haya reuniones abiertas de otras fraternidades a las que podemos asistir. Podemos identificarnos simplemente como adictos cuando asistimos a las reuniones de otras fraternidades. Y si hasta eso nos hace sentir incómodos, no tenemos por qué identificarnos siquiera, podemos sentarnos y escuchar.

Asistimos a las reuniones de SA para compartir nuestra experiencia personal, fortaleza y esperanza. Compartimos cómo los Pasos y las Tradiciones ayudan a nuestra aceptación de las dificultades de la vida. Las reuniones no son el basurero de nuestros problemas y desde luego no son un sustituto al trabajo de Pasos con nuestro padrino. En las reuniones limitamos nuestra participación para dejar tiempo para que los demás participen, nos ajustamos al tema y compartimos solo una vez hasta que todos los demás han tenido la oportunidad de hacerlo. Seamos conscientes del hecho de que realmente no somos tan importantes para los demás como nos gustaría serlo.

Tal y como escribió un miembro de SA, el asistir a reuniones:

  1. Nos saca del aislamiento y de nuestra cabeza.
  2. Nos educa en los principios del Programa de SA.
  3. Nos pone en contacto con miembros más experimentados y nos expone a ideas nuevas, de modo que podamos comenzar a cambiar nuestro pensamiento y comportamiento.
  4. Nos pone en contacto con recién llegados y así mantenemos fresco el recuerdo de cómo era nuestra vida antes de la sobriedad.
  5. Nos permite pasarles a otros lo que hemos recibido: el propósito primordial del Programa de SA y la clave para una sobriedad gozosa y serena.
  6. Nos sana y puede aliviar la presión interna de nuestros defectos de carácter a través de la suave atmósfera de recuperación y un Poder Superior presente en las reuniones.
  7. Nos da a nosotros mismos el mensaje de que estamos escogiendo la recuperación.
  8. Nos permite participar de la fraternidad del Programa.
  9. Permite el compartir y la escucha que nos ayudan a aprender a relacionarnos con los demás y a comprender que hay otras perspectivas y puntos de vista más allá de los nuestros.

La Duodécima Tradición guía nuestro comportamiento al interior de la fraternidad. El principio espiritual del anonimato lo anteponemos a cualquier deseo personal de hablar sobre las reuniones o conversaciones de SA. Respetamos el anonimato de cada cual en las reuniones absteniéndonos de repetir fuera de la reunión a quien hemos visto o lo que una persona particular dijo en la misma. Practicar el anonimato de esta manera nos beneficia individualmente y como grupo, ya que le permite a cada miembro compartir libremente qué está pasando en realidad y protege al grupo de chismes, camarillas, divisiones, adulación y otros comportamientos negativos. Por este principio mantenemos el enfoque en nosotros mismos, hablando sólo acerca de las ideas del Programa SA tal y como las aplicamos en nuestra vida. Nos enfocamos en el mensaje, no en el mensajero.

Anteponemos “los principios a las personalidades”.También practicamos el anonimato en las reuniones cuando no mencionamos nuestras ocupaciones específicas, inclinaciones religiosas, grupos sociales, sueldo, pertenencia a otros programas de Doce Pasos u otras afiliaciones externas. Del mismo modo, si vemos a alguien en las reuniones a quien conocemos en otro contexto, respetamos su anonimato no mencionando con ellos asuntos que no tienen que ver con el Programa. Así, podemos compartir lo que está en nuestro corazón sin impedimento a causa de las etiquetas, expectativas y roles que nos identifican en nuestras vidas “afuera”. En la reunión nos sentamos como iguales, teniendo un problema común como sexólicos, y no como personas divididas por habilidades o rangos sociales.

Practicamos el anonimato fuera de las reuniones cuando vemos en un lugar público a un compañero de SA. Nos abstenemos de saludarlo si la situación requiere tener que explicarle a una tercera persona como es que lo conocemos. Esto es lo que proteger el anonimato quiere decir. En una situación en la no se mantiene el anonimato cuando se debería mantener, decimos que “hemos roto el anonimato”.

Intentamos también practicar el anonimato en conversaciones individuales con nuestro padrino u otros amigos de confianza en SA, si es que necesitamos discutir algún asunto que involucra a una tercera persona. Al no decir de quién estamos hablando mantenemos el enfoque en nosotros mismos. Al fin y al cabo, somos nosotros los que tenemos la inquietud. Ofrecemos protección espiritual a la persona con la que estamos molestos y evitamos chismes y crítica.

Nuestra discusión puede entonces enfocarse en lo que podemos cambiar: nuestras propias actitudes. Estamos determinados a vivir en la solución, no el problema.

Siete días sin reuniones completan una semana….. de debilidad.
(Del libro Pasos en Acción)